Con un guión flojito, lo más brillante del film es la puesta en escena, todo de lo más sorprendente, ya que recupera elementos y personajes de antiguas versiones muy alejadas de la infantil “Blancanieves” de Walt Disney. También es de destacar su soberbio vestuario. Es el legado póstumo de Eiko Ishioka, la diseñadora japonesa experta en vestuario cinematográfico, que murió el pasado 21 de enero, víctima de cáncer. Los trajes de “Blancanieves” –más de 300- es todo un espectáculo de color y formas, una perfecta combinación entre lo colorista y lo tenebroso, que recuerda un poco el estilo de “Alicia en el País de las Maravillas”, de Tim Burton.
En las diversas escenas de la película, se entremezcla el barroquismo de la corte de la déspota reina con el lúgubre pueblo que sufre, el brillante baile de disfraces en palacio y la gran boda final, con música pop y una coreografía a lo bollywood muy divertida, con escenas siniestras de magia negra en las que no se olvidan detalles tan clásicos como el “espejito, espejito” o la manzana envenenada. Pero todo con un toque moderno y actualizado: quien da el beso salvador no es el príncipe –bastante bobalicón-, sino la princesa; o quien lidera la lucha espada en mano es la propia Blancanieves.
En la aventura no faltan los siete enanitos, que en lugar de mineros son salteadores de caminos, que ayudarán con humor a la exiliada princesa a recuperar el trono y el amor de su príncipe azul. Julia Roberts está magnífica en su papel atractivo pero vengativo y cruel. Es una versión que recomiendo sólo a partir de 12 años.
En la aventura no faltan los siete enanitos, que en lugar de mineros son salteadores de caminos, que ayudarán con humor a la exiliada princesa a recuperar el trono y el amor de su príncipe azul. Julia Roberts está magnífica en su papel atractivo pero vengativo y cruel. Es una versión que recomiendo sólo a partir de 12 años.
La recomiendo, te pasas un buen rato. Yo he llevado a mis hijas pequeñas.
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