Russell Crowe vuelve a sus orígenes, es decir, a ser un gladiator en estado puro. Porque se unen de nuevo Ridley Scott (director de Gladiator) y Russell Crowe como héroe épico de una leyenda que ha sido llevada más de treinta veces a la pantalla grande, la primera en 1913 y la última en 2006. Todo el mundo recuerda la célebre versión protagonizada por Errol Flyn en 1938 o la de Kevin Costner en 1991.
¿Héroe o forajido? La película, que inauguró el Festival de Cannes, tiene un enfoque distinto del habitual: no se centra en las aventuras del proscrito “que roba a los ricos para darlo a los pobres” en el bosque de Sherwood, sino que explica cómo un hombre de humilde cuna se convierte en un símbolo de libertad para su pueblo y narra la razón de su ostracismo. Y en este sentido es un acierto, porque no es más de lo mismo.
El contexto histórico es la Inglaterra de principios del siglo XIII. Robin Longstride es un experto arquero al servicio del rey Ricardo Corazón de León, que vuelve de la Tercera Cruzada. Al morir el rey en el asedio a un castillo en Francia, Robin vuelve a Nottingham, una ciudad aplastada por los impuestos. Allí se enamora de lady Marion Loxley (Cate Blanchett), señora del lugar, al hacerse pasar por su marido, ya muerto, para que ésta no pierda sus posesiones. Pero comienza una guerra civil entre los partidarios del tiránico rey Juan y los nobles, que desean una monarquía regida por una Carta Magna que les garantice una cierta protección legal. Francia, además, intenta conquistar los territorios británicos al ver la debilidad y la ineptitud del nuevo rey. Robin se verá inmerso en estas luchas y sufre en sus carnes la venganza del rey.
La película, de Universal Pictures, tiene mucha acción, una fotografía y un movimiento de cámaras extraordinarios en las impresionantes escenas bélicas y una puesta en escena grandiosa, con atmósferas realistas y paisajes maravillosos rodados en Gales. El carcaj y las flechas cobran gran protagonismo, como el espectacular “vuelo” a cámara lenta de la saeta crucial que dispara Robin Hood en una de las escenas finales. Los compañeros de Robin, los merry men y el célebre fraile borrachín, son tratados con humor, y el personaje de Lady Marion, interpretado por Cate Blanchett, no se trata de una débil doncella, sino de una mujer con fuerte personalidad pese a la escuálida y pálida figura de la actriz, que recuerda mucho a la etérea Galadriel de “El Señor de los Anillos”.
Es una excelente película de principio a fin, muy visual, con un guión correcto (quizás con demasiadas explicaciones en off al principio), inscrita en un cuadro deslumbrante que parece trasladarnos totalmente al siglo XIII. Contiene bastante violencia, pero no es sangrienta ni desagradable. Para jóvenes/adultos.
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