Este drama del director Yoji Yamada, de 82 años, está concebido
como homenaje a “Cuentos de Tokio”,
la película más célebre de Yasujiro Ozu, que fue mentor de Yamada en los
legendarios estudios Shochiku en Ofuna. Pero además, el film coincide con el
cincuenta aniversario de Yoji Yamada como director, con una filmografía de
79 películas y títulos tan importantes como “El pañuelo amarillo de la
felicidad”, “El ocaso del samurái” y “Kabei: nuestra madre”.
“Una familia de Tokio” se presentó en la
pasada edición del Festival de Cine de Berlín y en la sección oficial de la 58ª edición de la Semana Internacional de
Cine de Valladolid con mucho éxito.
Cuenta
la historia de un anciano matrimonio que viaja a Tokio desde su hogar en una
pequeña isla de Hiroshima para visitar a sus tres hijos. El primogénito es un
eficiente médico que dirige un hospital. La hija mediana lleva un salón de
belleza. El hijo menor se gana la vida a salto de mata montando escenarios. Y aunque
los tres quieren que sus padres tengan una estancia agradable en Tokio, todos
ellos están tan ocupados con sus trabajos que no se pueden ocupar de ellos y
llega un momento en que incluso, no tienen donde dormir. Y Los abuelos se dan
cuenta de que estorban.
La
película, que tiene la delicadeza de las producciones orientales, es totalmente
extrapolable a Occidente, ya que hace una crítica del mundo acelerado en el que
vivimos y el abandono de valores como el respeto a los mayores y lo malo que
son los prejuicios ante las novedades. También se hace un excelente análisis de
los caracteres de cada uno de los hijos: el médico sólo preocupado por su
prestigio, la hija calculadora y siempre en tensión, y el hijo menor, el
garbanzo negro de la familia y sin embargo el de corazón más generoso.
Además,
es un cuadro costumbrista de las relaciones y forma de vida de una familia
japonesa de clase media, por lo que tiene mucho interés. Lo único criticable es
el excesivo metraje del film.
La
distribuidora Contracorriente la estrena en España el 22 de noviembre. Conviene
no perdérsela.
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