jueves, 19 de septiembre de 2013

KON-TIKI



Impresionante película de los directores Joachmin Roenning y Espen Sandberg sobre la expedición del joven noruego Thor Heyerdahl que, en una balsa de 9 troncos, viajó desde Perú a la Polinesia en 1947 4.300 millas náuticas. Ha sido nominada merecidamente a los Oscar en la categoría de Mejor Película de Habla No Inglesa y Nominada también a los Globos de Oro como Mejor Película Extranjera. 

Thor (Pål Sverre Hagen), un naturalista aventurero, desarrolló la teoría de que los descubridores de la Polinesia provenían de Sudamérica y no de Asia, como se había creído hasta entonces. Como nadie en la comunidad científica se tomó en serio su teoría, decide entonces probarla viajando en una pequeña embarcación de madera y con los mismos medios rudimentarios –salvo una radio- tal y como hicieron los primeros pobladores, partiendo desde Perú y atravesando el océano Pacífico. 

Tras bautizar su balsa de madera Kon-Tiki, en honor a un antiguo dios andino, y conseguir financiación del gobierno peruano, Thor zarpó  junto con una tripulación de cinco valientes hombres que no se conocían previamente.

Sólo uno de ellos sabía navegar, otro era vendedor de neveras y otro fotógrafo. Aunque Thor no sabía nadar, estaba dispuesto a sacrificarlo todo (incluso a su familia) para demostrar que tenía razón. Durante más de 100 días y guiándose por las  estrellas y las corrientes marinas, Kon-Tiki soportó todo tipo de dificultades y la película las muestra: desde el desaliento de los tripulantes y las crisis entre ellos, hasta los peligros externos como los tiburones, los afilados atolones de corales y las terribles tormentas.

Se trata de una película épica muy bien contada, presentando con claridad el carácter y la mentalidad de cada personaje protagonista, sobre todo la voluntariosa personalidad de Thor y su liderazgo, así como la evolución psíquica de cada uno de ellos a medida que avanza la aventura. 


Con una fotografía magnífica y unas bellas localizaciones -tanto en la inmensidad del mar como al principio en la isla Fatu Hiva-, el film dosifica las emociones del viaje –con momentos de mucha tensión- y lo convierte en una gran película merecedora del Oscar, igual que el documental del periplo, ganado en 1951. Merece la pena verla.

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