Impresionante
película de los directores Joachmin Roenning y Espen Sandberg sobre la
expedición del joven noruego Thor Heyerdahl que, en una balsa de 9
troncos, viajó desde Perú a la Polinesia en 1947 4.300
millas náuticas. Ha sido nominada merecidamente a los Oscar en la
categoría de Mejor Película de Habla No Inglesa y Nominada también a los Globos
de Oro como Mejor Película Extranjera.
Thor (Pål
Sverre Hagen), un naturalista aventurero,
desarrolló la teoría de que los descubridores de la Polinesia provenían de
Sudamérica y no de Asia, como se había creído hasta entonces. Como nadie en la
comunidad científica se tomó en serio su teoría, decide entonces probarla
viajando en una pequeña embarcación de madera y con los mismos medios
rudimentarios –salvo una radio- tal y como hicieron los primeros pobladores,
partiendo desde Perú y atravesando el océano Pacífico.
Tras bautizar su balsa
de madera Kon-Tiki, en honor a un antiguo dios andino, y conseguir
financiación del gobierno peruano, Thor zarpó junto con una tripulación
de cinco valientes hombres que no se conocían previamente.
Sólo
uno de ellos sabía navegar, otro era vendedor de neveras y otro fotógrafo.
Aunque Thor no sabía nadar, estaba dispuesto a sacrificarlo todo (incluso a su
familia) para demostrar que tenía razón. Durante más de 100 días y guiándose por las estrellas y las
corrientes marinas, Kon-Tiki soportó todo tipo de dificultades y la película
las muestra: desde el desaliento de los tripulantes y las crisis entre ellos,
hasta los peligros externos como los tiburones, los afilados atolones de
corales y las terribles tormentas.
Se trata de una
película épica muy bien contada, presentando con claridad el carácter y la
mentalidad de cada personaje protagonista, sobre todo la voluntariosa
personalidad de Thor y su liderazgo, así como la evolución psíquica de cada uno
de ellos a medida que avanza la aventura.
Con una
fotografía magnífica y unas bellas localizaciones -tanto en la inmensidad del
mar como al principio en la isla Fatu Hiva-, el film dosifica las emociones del
viaje –con momentos de mucha tensión- y lo convierte en una gran película
merecedora del Oscar, igual que el documental del periplo, ganado en 1951.
Merece la pena verla.
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