1873. Territorio de Arizona. Un pistolero (Daniel Craig), que ha perdido la memoria, llega a un pueblo en mitad del desierto, llevando en la muñeca un misterioso grillete de hierro. Descubre que la gente vive en un estado de miedo constante bajo el autoritarismo del cacique del lugar, el coronel Dolarhyde (Harrison Ford). Pero el pueblo recibe una noche un ataque de unas extrañas máquinas que comienzan a abducir a sus habitantes y hay que cambiar las prioridades en aras de la supervivencia. El extraño pistolero comienza a buscar aliados para hacer un frente común contra la invasión alienígena y consigue reunir a elementos de lo más dispares, incluidos los apaches. Pero también desea descubrir qué le ha pasado a él.
La película parte de un original y prometedor planteamiento: la unión de un western duro con la ciencia-ficción de terror y, como tal, tenía muy buenas expectativas. Su puesta en escena, en el más puro estilo de clásico western, es soberbia, con reconocidos productores –incluido Spielberg- , excelentes actores y buenos guionistas. Pero le falta algo. Es una historia que no convence desde el momento en que se desarrolla el elemento fantástico. Ahí empieza a hacer aguas por todas partes. Además, es violentísima y en algunos momentos desagradable. Y parece que Spielberg, que acaba de estrenar “Súper 8”, aprovecha para abaratar costes y emplear los mismos “monstruos” en esta nueva producción.
Una pena, porque es una historia que prometía bastante y acaba decepcionando. Para adultos.
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