La historia que nos presenta Good Films y
La Aventura, dirigida por el estonio Ilmar Raag y ganadora del Premio del
Jurado Ecuménico en el Festival Internacional de Cine de Locarno, es muy sugerente: una narración sobre una arisca anciana y
su nueva cuidadora, ambas de Estonia pero con una trayectoria vital muy
diferente.
Todo nos retrotrae al conmovedor relato
de “Intocable”. Pero no. Esperaba mucho más y eso que la historia se basa en una
experiencia real del propio director del film.
Cuando Anne (Läine Magi), que roza los 50
años, pierde a su madre en Estonia se encuentra muy sola. Divorciada y con dos
hijos que viven su propia vida, de repente le ofrecen la oportunidad de
trasladarse a París para cuidar a una rica anciana solitaria, Frida (Jeanne
Moreau), que ha vivido en París desde su juventud y no quiere saber nada sobre
sus compatriotas, con los que ha roto hace mucho tiempo. El conflicto con Anne
se presenta desde el primer día, pues Frida no consiente que nadie la controle
y se encuentra amargada al ver aproximarse su final. Pero poco a poco Frida se
irá acostumbrando a Anne.
Ni la gran actriz Jeanne Moreau ni el
estoico personaje de Anne consiguen llegar a la complicidad que se creó en
“Intocable”. Frida se hace antipática y Anne demasiado sombría. Las secuencias
son largas y tranquilas, los planos cercanos y sutiles, la visión real de las
calles de París no están edulcoradas, y hasta ahí bien. Pero subyace en todo
una especie de amoralidad que emana de la concepción de la vida y del amor de
la anciana, que sigue manteniendo un absorbente lazo amoroso con Stephane
(Patrick Pineau), mucho más joven y el único que se preocupa algo de ella y por
el que también se siente atraída Anne.
La consecuencia es un film que se deja
ver pero que no acaba de ser redondo y en algún momento se vuelve incluso
cansino. El desarrollo y el final son además bastante previsibles.