De nuevo la Walt Disney se une al productor Jerry Bruckheimer, y, de la mano del director Jon Turteltaub, realizan esta comedia de aventuras sobre un hechicero y su torpe y acomplejado aprendiz, que se ven arrastrados al epicentro de un antiguo conflicto entre el bien y el mal.
Balthazar (Nicolas Cage) es un brujo milenario que recorre el mundo hasta encontrar a su aprendiz y lo halla en el Manhattan de nuestros días. Allí debe defender la ciudad de su antiguo enemigo Horvath (Alfred Molina) y tratar de liberar de un maleficio a su amada Verónica (Mónica Bellucci), encerrada en una especie de tarro.
Pero tanto trajín Balthazar no puede hacerlo solo, así que recluta a Dave (Jay Baruchel), un estudiante normal y cobardica que oculta, sin saberlo, un gran potencial de magia heredado de su antepasado Merlín. Juntos deberán vencer a la malvada bruja Morgana y a sus secuaces, incluido un siniestro brujo chino y su dragón. Al mismo tiempo, Dave tendrá que salvar a Becky (Teresa Palmer), la chica que ama.
Con un guiño musical a “El aprendiz de brujo” de la mítica “Fantasía” –sin duda, la mejor escena de la película-, todo lo demás es una aparatosa, ruidosa y embrollada sucesión de escenas de acción con espléndidos, eso sí, efectos especiales. La historia, por lo demás, es un típico producto para adolescentes: muchas escenas de luchas, mucho espectáculo, magia a raudales, unas gotas de amor y argumento sin demasiada sustancia.