martes, 21 de julio de 2015

UNA DAMA EN PARÍS

La historia que nos presenta Good Films y La Aventura, dirigida por el estonio Ilmar Raag y ganadora del Premio del Jurado Ecuménico en el Festival Internacional de Cine de Locarno, es muy sugerente: una narración sobre una arisca anciana y su nueva cuidadora, ambas de Estonia pero con una trayectoria vital muy diferente.

Todo nos retrotrae al conmovedor relato de “Intocable”. Pero no. Esperaba mucho más y eso que la historia se basa en una experiencia real del propio director del film.

Cuando Anne (Läine Magi), que roza los 50 años, pierde a su madre en Estonia se encuentra muy sola. Divorciada y con dos hijos que viven su propia vida, de repente le ofrecen la oportunidad de trasladarse a París para cuidar a una rica anciana solitaria, Frida (Jeanne Moreau), que ha vivido en París desde su juventud y no quiere saber nada sobre sus compatriotas, con los que ha roto hace mucho tiempo. El conflicto con Anne se presenta desde el primer día, pues Frida no consiente que nadie la controle y se encuentra amargada al ver aproximarse su final. Pero poco a poco Frida se irá acostumbrando a Anne.

Ni la gran actriz Jeanne Moreau ni el estoico personaje de Anne consiguen llegar a la complicidad que se creó en “Intocable”. Frida se hace antipática y Anne demasiado sombría. Las secuencias son largas y tranquilas, los planos cercanos y sutiles, la visión real de las calles de París no están edulcoradas, y hasta ahí bien. Pero subyace en todo una especie de amoralidad que emana de la concepción de la vida y del amor de la anciana, que sigue manteniendo un absorbente lazo amoroso con Stephane (Patrick Pineau), mucho más joven y el único que se preocupa algo de ella y por el que también se siente atraída Anne.

La consecuencia es un film que se deja ver pero que no acaba de ser redondo y en algún momento se vuelve incluso cansino. El desarrollo y el final son además bastante previsibles.