sábado, 14 de abril de 2012

LA MALDICIÓN DE ROOKFORD

La película, opera prima del director británico Nick Murphy, es una inquietante historia de fantasmas de corte clásico en la línea de Los otros y El orfanato, ambientada en 1920, en la Inglaterra de la posguerra.


Florence (Rebecca Hall) se dedica a desenmascarar montajes sobre presuntos fenómenos paranormales, sirviéndose de sistemas metódicos y racionales. Un día, la contrata uno de los maestros del internado de Rookford, Robert Mallory (Dominic West), en la campiña inglesa, para investigar las supuestas apariciones del fantasma de un niño, y ella acepta el reto. Una vez allí, el misterio que rodea al fantasma parece no ser más que una broma de niños. Sin embargo, a punto de marcharse, Florence vive un escalofriante encuentro que desafía toda explicación racional. Decide quedarse a averiguar el asunto aprovechando las vacaciones de Navidad, acompañada únicamente de la gobernanta (Imelda Staunton), de un alumno cuyos padres no pueden hacerse cargo de él (Isaac Hempstead-Wright) y del profesor Mallory.


Muchos de los momentos del film se nutren de los preparativos científicos para “cazar” al fantasma, pero también van surgiendo los propios traumas y secretos interiores tanto de la racional protagonista como del crédulo profesor, que constituye un drama paralelo al thriller. La fotografía grisácea y brumosa del barcelonés Eduard Grau, contribuye crear la fría y solitaria atmósfera del internado y sus bosques.



Se trata de una película de miedo psicológico y sobrenatural –afortunadamente no es sangrienta-, la típica en que se producen sobresaltos, se deslizan presencias difusas y se viven algunos momentos muy inquietantes. De todos modos, hay algo que falla en el guión, muy enrevesado y poco claro, y las escenas eróticas, aunque breves, están de más. Sólo para adultos.

martes, 3 de abril de 2012

BLANCANIEVES

“Blancanieves (Mirror, mirror)” es uno de los cuentos de los hermanos Grimm más queridos de todos los tiempos. Esta divertida y surrealista versión está dirigida por Tarsem Singh, en la que una bella y madura Julia Roberts encarna a la malvada pero también sugestiva Reina, y la joven Lily Collins –hija de Phil Collins- a la dulce Blancanieves. El espléndido vestuario es la joya de este film para todos los públicos.

Con un guión flojito, lo más brillante del film es la puesta en escena, todo de lo más sorprendente, ya que recupera elementos y personajes de antiguas versiones muy alejadas de la infantil “Blancanieves” de Walt Disney. También es de destacar su soberbio vestuario. Es el legado póstumo de Eiko Ishioka, la diseñadora japonesa experta en vestuario cinematográfico, que murió el pasado 21 de enero, víctima de cáncer. Los trajes de “Blancanieves” –más de 300- es todo un espectáculo de color y formas, una perfecta combinación entre lo colorista y lo tenebroso, que recuerda un poco el estilo de “Alicia en el País de las Maravillas”, de Tim Burton.


En las diversas escenas de la película, se entremezcla el barroquismo de la corte de la déspota reina con el lúgubre pueblo que sufre, el brillante baile de disfraces en palacio y la gran boda final, con música pop y una coreografía a lo bollywood muy divertida, con escenas siniestras de magia negra en las que no se olvidan detalles tan clásicos como el “espejito, espejito” o la manzana envenenada. Pero todo con un toque moderno y actualizado: quien da el beso salvador no es el príncipe –bastante bobalicón-, sino la princesa; o quien lidera la lucha espada en mano es la propia Blancanieves.

En la aventura no faltan los siete enanitos, que en lugar de mineros son salteadores de caminos, que ayudarán con humor a la exiliada princesa a recuperar el trono y el amor de su príncipe azul. Julia Roberts está magnífica en su papel atractivo pero vengativo y cruel. Es una versión que recomiendo sólo a partir de 12 años.